…unos días antes quedamos de comer juntos, en la «Hacienda San Miguel Sesma», el viernes 1 de julio (del año en curso): mi cuñado Óscar y su esposa Haydeé desde San Juan del Río, Querétaro, los compadres/primos Enrique e Isabel de San Andrés Chalchicomula y Dolores y yo de Xalapa (siendo los grandes ausentes: mis cuñados Guillermo y Olga María de Coatzacoalcos y nuestro querido amigo el Ing. Gaxiola (del «mero norte»).
Para halagar «a la mesa» preparamos Julia y yo en Xalapa un platillo a base de pasta corta italiana «fusile», con almendras y champiñones en aceite de olivo, ¡qué estábamos seguros gustaría! pero, por ser el platón refractario muy grande para calentarlo en el microondas de allá lo trasladamos de nuestra casa a la Hacienda…(toda una «odisea»)
Ya estando en la Hacienda, en «las faldas del Citlaltepetl», llegó el día señalado.
Por la mañana después de un rico desayuno juntos y luego de que mi cuñado Guillermo saliera de viaje, me aboqué a darle los últimos detalles a la comida; entonces se me ocurrió poner un comal de lámina para proteger el refractario del fuego directo de la estufa de piedra y ladrillo.
Llegaron los compadres y en la sala compartimos un vino «Matarromera» que trajeron ellos con unos fiambres que compramos en Perote.
Pasamos, como siempre que nos reunimos, una agradable convivencia antes de dirigirnos al comedor.
Me adelanté a la cocina para checar la «pasta» que al llegar y verla pedí la retiraran del fuego ya que observé que estaba hirviendo, una chica, lo tomó, lo llevó al comedor y antes de ponerlo sobre la mesa literalmente «explotó» ante la mirada atónita de los comensales…
Todos impactados por el estruendo pero quizá más por pensar ¿»ahora que vamos a comer ?
Vidrios brincaron por doquier, la chica asustada, yo, nunca había visto una escena así en la «gastronomía» (me gusta la cocina, es una especie de terapia, normalmente cada semana me meto a preparar e inventar platillos con mezcla de ingredientes aportando diferentes sabores, no siempre favorables, pero la familia ya está acostumbrada a aceptarlos, quizá por saber que busco darles gusto a sus preferencias en los alimentos.)
Pues, como dije, todos bajo unas miradas sorprendidas de «no puede ser lo que estoy viendo» había cristales y vidrios por la mesa, sillas y suelo…
Hubo quien dijo : «ahora me apetece más haberlo probado». Fue el cambio tan drástico de temperatura y «según» que aguantan mucho el calor estos platones.
Luego Dolores me comentó que, como el platón estaba prácticamente envuelto en papel «kleen pack» debió haberle hecho unos orificios, con un cuchillo, para dejar salir el vapor contenido, pero…
por » x o y» comentarios sobre lo increíble, se limpió hasta desaparecer los rastros de la «pasta» . Lo bueno es que había también hongos silvestres del altiplano por el tiempo de lluvias (que compre en el mercado de Chalchicomula), ricamente cocinados ahí,así como chiles rellenos de queso (receta de Haydeé y Oscar, ensalada con palmitos y de postre unas empanadas de requesón. No faltó el comentario chusco de «menos mal que botaneamos antes» pero y … ¿la pasta ?
La «pasta» quedó en el deseo y en la memoria de los seis, y como despertó tantos chistes y comentarios no quise pasar inadvertido el suceso para contarlo.
Yo sí pude probarla mientras la cocinaba por éso sé que … ¡salió exquisita!
«Pero de la cocina a la mesa se cayó la sopa» Y no llegó a la boca !
Y bueno …
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