Recuerdo siendo pequeño que en mi casa había una “caja fuerte” grande “Mosler” antigua con ruedas, que descansaba sobre un mueble de madera muy resistente.
Calculo que mueble y “caja fuerte” juntos tendría una altura de 1.70mt.
En aquella “caja” mi padre guardaba los papeles importantes de la familia:
-las actas de nacimiento,
-pasaportes además de
-fotos familiares principalmente de los abuelos,
-así como alguna loción o perfume cuyo especial aroma se esparcía en cuanto abría “la cámara”. A mí me gustaba estar presente en ese momento para percibir la mezcla de fragancias.
Como niño me agradaba asomarme a ver aquellos artículos significativos, memorias y vivencias pasadas, parte de su Historia guardada en ese mueble de acero pesadísimo.
Cuando llegaba a escuchar las vueltas de la combinación y el accionar de la manivela, era que abriría la “caja fuerte”. De ahí, como dije, brotaba el olor también de una “estuche de jabones” que había traído del viaje que hizo con sus padres a España en 1950 (cuando todavía yo no había nacido).
El mueble de madera fina que relaté, dónde se apoyaba “la caja fuerte”, tenía una puerta rectangular y espacio suficiente para guardar “lo que se ofreciera”. Como a mí me llamaba mucho la atención mis padres decidieron cedérmelo para que colocara ahí lo que se me ocurriera. Me gustó la idea, aunque siendo tan pequeño no tenía mucho qué guardar. Como estaba en la recámara de mis padres, quedó muy bien que yo fuera el elegido porque a mis hermanos no les hubiera resultado cómodo y a mí “me daba igual”.
Lo primero que recuerdo es que iba metiendo cajitas pequeñitas como la de unas “mancuernillas” (gemelos) que me dio mi papá; otra de metal de Alka-Seltzer y otra en donde venía una billetera. Luego me fui haciendo de llaveros; uno de los primeros traía una figurita blanca con la marca “ESSO” (aceites), que me costó mucho conseguir. Me lo obsequió un señor de apellido Salmerón allá por la calle 13 con av. 3 en mi natal Córdoba. Esa incipiente colección de llaveros, al principio escasa, los iba colgando paulatinamente (con “alfileres tipo clavo”) en la puerta del mueble que me habían cedido. Para mí significaba esfuerzo y triunfo el ir juntando aquéllos pequeños utensilios.
Así empezó el ser “ordenado” en mi vida, primero en forma y con los años en mentalidad. (equilibrio, proporción y correspondencia adecuada entre las diferentes cosas de un conjunto…).
Yo cuidaba “mi espacio” como a “la niña de mis ojos”.
Luego conseguí una plaquita de “La automovilística”. Aquella sociedad entonces disuelta (ya he relatado sobre ella) de la Familia Ros Llopis como distribuidores de “Autos Chrysler”.
Para acomodar la plaquita mi mamá me dio una porción de franela verde bandera de la cual saqué un recuadro (de 15 X 30cms.aprox.) el cual adherí con pegamento (tal vez “Uhu” porque, aunque ya existía el “Resistol”, yo no lo conocía) a la pequeña puerta.
Aparte de ir aprendiendo a leer y escribir así como las “cuatro operaciones aritméticas”, mi ilusión era mi “cajón”.
Luego metí una carpeta chica de plástico muy sencilla para “archivar” algún papel “sin importancia” Ja!
Además incluí mi “primer alcancía” hecha por mi padre (caja con una ranura centrada arriba), de color verde oscuro, donde empecé a ahorrar alguna moneda de mis “domingos”.
Éste sería otro proceso de formación: el sentido de economizar.
Ese “cajón” que para la mayoría era un mueble más en la casa de mis padres para mí era el único espacio “libre y soberano” al que sólo yo tenía acceso.
Pero fue un día de aquéllos en que encontré fuera de lugar las 2/3 cajitas. Seguro “alguien” no aguantó la “curiosidad” de ver qué había adentro. Raudo le fui a avisar a mi papá quien pacientemente le hizo una perforación por abajo del mueble que traspasaba la “dichosa puertita” colocando un trozo de antena cromada de auto antiguo de las que terminaban en una “bolita” con el propósito de que ésta se trabara en el orificio.
Era un secreto entre mi papá y yo pero, otra vez el mismo fisgón halló la manera de abrirla y volver a husmear en mi propiedad. Esta vez fuimos a una ferretería para comprar e instalar una cerradura muy sencilla con su llavecita antigua de latón (de las que se usaban en los roperos de las abuelas).
Ahora si mi cajón estaba asegurado y yo estrenaba la primera llave de mi vida.
Habría quienes lo veía como una bobería, pero en ese momento para mí fue lo más relevante.
Todos esos sucesos me dejaron como enseñanza:
El sentido de propiedad, cuidado y sobre todo respeto.
“…Lejos de ser un tópico muy repetido por parte de los adultos, estudios muestran que muchos rasgos del comportamiento de un adulto están influidos por situaciones vividas y el clima respirado durante la infancia…”
Una peculiaridad mía es el sentido del análisis que “puedo observar mucho con solo ver”. Características de comportamiento que a la postre son patrón de conducta para proceder en situaciones sencillas o complicadas.
Como dijo Alfredo Nobel:
“Se puede afirmar, sin exagerar, que la observación y la búsqueda de similitudes y diferencias son la base de todo el conocimiento humano”
Éso me ha ayudado para saber con quién estoy y cómo va a actuar esa persona.
Agradezco infinitamente a mis padres Doña Enriqueta y Don Salvador (QEPD) que me asignaran un espacio, un simple cajón en la etapa de mi niñez, que sirvió de base formadora y que me brindó herramientas y orientación, reitero, a lo largo de mi vida.
“Aléjate de la gente que trata de empequeñecer tus ambiciones. La gente pequeña siempre hace eso, pero la gente realmente grande, te hace sentir que tú también puedes ser grande“
Mark Twain