En el año 1981 trabajaba en la compañía «Manufactura de Maquinaria Mexicana» (3M) de Córdoba, Ver., fue entonces cuando Dolores y yo nos mudamos a vivir a Florida, con el propósito de instalar
una empresa de venta de equipo de la «Industria Azucarera para Latinoamérica» (con Mario Ulibarri)
desde esa Península específicamente en la Ciudad de Gainesville…
(«que alberga la «Universidad de Florida» la más grande del «Sistema Universitario del Estado» y
la tercera de los Estados Unidos de Norteamérica»).
Lo primero fue ingresar a esa «Universidad» para mejorar «la lengua de Shakespeare”.
Para tal efecto había que someterse a un «examen de valoración» el cual se aplicaba en un auditorio.
Teníamos que ubicarnos dejando de por medio un asiento vacío;
eran aspirantes de varias partes del mundo. A mi izquierda estaba sentado un oriental (después supe que era japonés).
Llegado el momento de las respuestas me concreté, entre que a contestarlas, a observar la reacción de los demás solicitantes.
Éso sí, cuando yo iba a la mitad del cuestionario, vi cómo mi compañero del «Imperio del Sol Naciente» no sólo había terminado sino que estaba en la etapa de una concienzuda revisión de su prueba…fue en ese momento cuando me «agarraron las prisas» ¡JA!, hasta que se venció el tiempo estipulado para la fatal entrega.
Me tocó ingresar a un curso donde tenía varios compañeros venezolanos, algún colombiano, otra mexicana y algunos árabes.
Ahí conocí a un libanés de nombre Assad Saad que entre sus características física tenía la de ser tremendamente velludo,
pero que sobretodo, con el tiempo, se convirtió en
¡un gran e inolvidable amigo!
Nuestro domicilio estaba situado a media cuadra del «Campus de la Universidad Estatal de Florida» …la vida de esa ciudad giraba en torno a dicha «Casa de Estudios».
Conseguí un par de bicicletas inglesas “Raleigh”, les adaptamos unas canastillas al frente y en ellas cargábamos toda la provisión que adquiríamos en el «Supermercado».
Ya que estábamos suscritos al periódico local fue en los «avisos clasificados» donde nos enteramos que se vendía una bicicletas «de uso»,
la otra la obtuvimos por «un traspaso» que me hizo un estudiante que se acababa de graduar.
Además dentro del «diario» venían «volantes de descuentos», en mercancía variada, que nosotros aprovechábamos al máximo.
Una vez que viajaba en un «autobús urbano» me topé con aquel japonés, compañero del «examen de admisión», e inmediatamente le «hice plática». Recordamos divertidos el episodio del que les conté (renglones arriba) y quedamos que seguiríamos charlando en una cafetería de la «Universidad». Como nos simpatizamos, luego de comentarlo con Dolores, lo invité a nuestro departamento.
Llegado el día señalado podía observar, a través de la ventana que daba al pórtico del edificio, como «Mikio» (así era su nombre) aguardaba a que el reloj marcara las 16:00hs para «tocar el timbre» . Al abrir la puerta hizo una reverencia y con las dos manos le entregó a Dolores un regalo con envoltura y contenido japonés a la vez que decía:
-«Gracias por recibirme en su casa, es un honor poder estar aquí contigo y con tu esposa».
-«Señora: ésto es para usted».
Después de sentarnos y hablar nuevamente sobre el «dichoso» examen comentó (con toda sencillez) que él había tenido dos errores en aquella, para mi, lamentable prueba.
Contó también que aquel viernes que nos vimos en el autobús iba a pasar el fin de semana en un «Hotel Spa» a orillas de Gainesville con el fin de desestresarse; una costumbre muy difundida entre los japoneses que pasan horas de arduo trabajo en oficinas, escuelas o en el hogar.
Mikio era «directivo» en una empresa de su País. Estaba en la «Universidad» para perfeccionar el idioma en los términos comerciales que se requerían para las negociaciones entre la «Unión Americana» y «Japón».
Al «sonar» las 16.30 hs. “ni un minuto antes, ni uno después” se levantó y con toda educación anunció:
-«es hora de retirarme».
Nos hicimos amigos, regresó varias veces, aceptaba un té, siempre el timbre sonaba a a las 16:00hs y a las 16:30hs …
¡“ni un minuto antes ni un minuto después”!
se despedía.
Hablábamos de la diferencia o similitudes entre las costumbres japonesas y las latinas…:
Puntualidad, caballerosidad, en todas sus visitas siempre mencionaba una frase:
-“You are very kind» (“ustedes son muy amables”)…
Surgió una amistad que al cabo de 25 años, debido a nuestros diversos cambios de domicilios, «le perdimos la pista»;
anhelamos, con la ayuda de las «redes sociales», contactarlo nuevamente algún día.
Lo último que supimos fue que había llegado a ser «Director General («CEO ) de aquella compañía que lo envío a complementar su «Inglés» …
Otro dato a resaltar:
después de seis meses de estudio se sometió a otra evaluación y esta vez no obtuvo la máxima calificación porque tuvo un error gramatical.
Su vida entre semana transcurría en los laboratorios, las prácticas de gramática y las de conversación. Estaba mejor preparado que muchos nativos en tierras norteamericanas pero, su «lado flaco» era fluidez en la interlocución.
Estoy seguro que el reencuentro con MIKIO INAI (nuestro amigo japonés) será:
“Ni un minuto antes, ni un minuto después”
*Nota: Algunas imagenes fueron recolectadas de internet, el objetivo es representar con dichas imagenes lo escrito, ya que no siempre me es posible utilizar imagenes propias debido a su antigüedad o calidad de las mimas.