Llegué como ya he comentado, a la CDMX a vivir a una “Pensión” (muy comunes en los años 60tas. a 70tas. para estudiantes o profesionistas que “estaban de paso”; se nos llamaba “pupilos”).
A mi (mencionaré nuevamente) me tocó habitar una extraordinaria “Casa de Asistencia” ubicada en la calle Atlanta #147 en la Colonia “Noche Buena” (“Nápoles”). También subrayo que ahí conocí, hace casi medio siglo Gracias a Dios, a la ahora mi esposa Dolores.
En esta calle de “Atlanta” a unos cien metros esquina con “Balderas”, justo frente a la “Plaza de Toros México”, se encontraba una “Taquería” con nombre de “El Villamelón” (que significa “aquéllos que no tienen ni la más mínima idea de lo que ocurre dentro de la “Corrida de Toros»).
Al principio (fundado en 1961) y por varios años no tenía letrero, cartel o rótulo con dicho nombre; sólo eran tres cortinas de metal rojo limpias y cerradas de lunes a viernes …únicamente se abrían sábados y domingos en 1972 (etapa de mi llegada a esa “Colonia”).
A través de los años fueron ampliando los días de servicio hasta la fecha, en el que permanece abierto diariamente de 9:30am a 6:00pm.
Otra de sus peculiaridades era que en dos de “las cortinas” que daban a la calle de “Atlanta” en la entrada del lado derecho, siempre había un familiar cobrando normalmente la esposa del dueño (“taurino” o “aficionado a la fiesta brava”). El local estaba adornado con cabezas de toros lidiadas en el icónico “Coso de Insurgentes”, además de unas banderillas y fotos de memorables “corridas”. Había una barra larga que daba vuelta a donde se despachaban las bebidas. Luego empezó a “ponerse de moda” lo de las cervezas con limón y algún picante que se preparaba al “gusto del cliente”. Al fondo estaban un congelador, así como las cajas de cerveza y rejas de refrescos junto a los baños y un lavabo para asearse antes y/o después de consumir los “benditos” tacos.
“No dejes para mañana lo que puedas comerte hoy”.
En la referida barra había tres señoras con sus cofias y delantales tan blancos y almidonados que llamaban la atención. Igualmente con sendas “tablas de picar” donde con destreza preparaban los tacos. A mano derecha casi en la esquina una olla con chicharrón guisado en la “salsa especial”, la que le daba el sabor inigualable a los tacos.
Al principio se pagaban los tacos y bebida con el familiar que ya mencioné quien entregaba dos papelitos de diferente color subrayado el número de tacos (“comprobantes”) para evitar confusiones o que alguien se “pasara de listo” (decir que había pagado 9 en vez de 6). El Recibo correspondiente se le daba a la cocinera dependiendo el turno de cada uno.
También dependía de las monedas con que uno “aprensara el pedido” la rapidez y cantidad del taco servido, ¡¡¡Ja!!!. Esas “propinas” eran de acuerdo al bolsillo de cada quién y de la cantidad de tacos solicitada. Había ocasiones en que el nombrado papelito desaparecía por la cantidad de monedas que le ponían encima (alguno que deseaba un servicio exprés).
La anécdota que voy a narrar parecerá exagerada pero supe de “buena fuente”, qué eran tales la mencionadas “propinas” (solo entre sábado y domingo) que alcanzaban para pagar su viaje a Europa regularmente una vez al año …¡Tal cuál!.
Mis propinas siendo estudiante eran raquíticas comparadas con las que describo renglones arriba.
¡Años después al hacer presupuesto para ir a saborear esos tacos calculaba una gratificación más “jugosa” y entonces salía todavía más feliz!.
Al final y justo a la salida a la calle de “Balderas” estaba el “anafre” que había sido de carbón 50 años antes y entonces estaba convertido en un “asador anafre de gas comal de acero inoxidable”. Ahí estaba la encargada de freír la cecina, moronga y longaniza quien surtía a “las taqueras”.
En ese tiempo hubo algún cliente que se le ocurrió llevar un(os) “chiles jalapeños” para que los sumergieran en aquel aceite ardiendo y se cocieran, luego una cebolla. Yo “aprendí rápido” y en lo sucesivo llevaba mis chiles y cebolla para que también me los asaran (con la consabida propina).
Lo que se notaba es que cada vez había más afluencia de clientes originando con ello que se abriera el negocio por más días.
Ya las banquetas (aceras) no eran suficientes para estacionar el auto o sentarse a comer los tacos.
Ahhh, ahí se veían todo tipo de clientes; desde los que llegaban en “autos del año” “clásicos” o “deportivos” hasta “los de a pie”.
Llegó el momento en que por falta de espacio, hubo que cambiar de ubicación al “Villamelón” (a escasas tres cuadras), igual frente a la “Plaza”, ahora la esquina de “Augusto Rodin” y “el Eje 6”.
Actualmente es una construcción de dos pisos con estacionamiento y (repito) abierto diariamente. Ahí también llegaron los vendedores de dulces, caramelos, “palanquetas”, “alegrías”, “obleas” y más que servían como postre imprescindible para algunos.
¡No para mí que prefiero quedarme con el sabor a taco; a “Los Típicos Campechanos” (al principio preparados en una tortilla con cecina, longaniza, chicharrón en salsa, seco o “en moronas” y bañado con la característica “salsa de la casa”)!. Hoy además ya hay una variedad de guisos sin faltar la moronga (rellena), uuuyyy, con su chilito picado…
Desde luego el cambio de domicilio de la calle de “Atlanta” a la de “Rodin” implicó modificaciones en su operación comenzando por incrementar personal, añadir mobiliario (con mesas y sillas). Se fue perdiendo el “papelito prensado” y esa camaradería y hasta amistad con las señoras que elaboraban los tacos …Si hay más “confort”, pero con él desapareció la esencia de aquel mucho más pequeño local.
…aunque, para mí, el sabor original de “El Villamelón” se conserva.
Con el paso de los años las primeras “despachadoras” a las que me he referido fallecieron. Todavía está Juan un joven con varios años de mesero y también la hija de una de las cocineras de esos famosos y exquisitos tacos.
¡Aquellas tres señoras que preparaban y surtían los tacos, eran “las estrellas del Villamelón” sin dejar a un lado la gran labor de Lupita quien asaba en el comal los ingredientes hasta darles “al punto del sazón”!.
“Los Tacos del Villamelón”
para mí, son únicos:
…“¡siempre imitados jamás igualados!”,
…“¡y si nos vamos por unos tacos, puee!”.