Yendo en tránsito a Frankfurt con escala en Madrid y teniendo un espacio de unas horas en el «Aeropuerto de Barajas», me coordiné con Ángela Sanmiguel (amiga de Torreón residente en España desde hace más de 30años; colaboramos para el C.P.T.M. ella como Directora Adjunta en la oficina para España y Portugal y yo con la responsabilidad de las Oficinas Exteriores) me llevó a conseguir una camiseta oficial del «Real Madrid» (con el nombre del jugador del momento), hacer «la visita obligada» a «El Corte Inglés», luego a comer unos «huevos rotos» en el restaurante más cercano del grupo de «5J’s», «un tinto» y de regreso al aeropuerto.
Nos despedimos y yo hacer fila para documentar en la «Terminal 1».
Ya formado, delante de mí estaba una señora con «tacones de aguja» de unos 10/15cms que la hacían ver, aproximadamente, como de 1.80 mt. de altura.
Ella sin voltear «se hizo para atrás» apoyando todo su peso y el aguijón del tacón sobre mi pié (con un zapato cómodo para viajar de ligera piel de gamuza);
¡mi grito de mucho dolor y el de ella de susto fue de llamar la atención!
¡Disculpe, perdón…!
decía avergonzada
¡Disculpe por favor, perdón !
¡Disculpe!,
¡Disculpe! (no cesaba de decir)
El esposo molestísimo: «te lo he comentado miles de veces», «esos tacones son como un arma», «cómo se te ocurre viajar con ellos», «mira lo que haz hecho», «date cuenta» y etc. etc. …»
Ciertamente el dolor era tremendo, ya que el tacón había entrado entre los tendones de los dedos del pie, pero sobre de ello me apenaba más la incesante «reperiqueta» que él le estaba dando su esposa..
Cojeando caminé hasta el mostrador para posteriormente tomar un analgésico fuerte que me aminorara el dolor…¡Ooohhh! el problema me duró 8 meses: «desgarro de los tendones del pié».
Ya en el avión recordaba que, meses antes, en la «Feria de Fitur» en Madrid, un hombre de más de 120 kgs. me dio un pisotón y repasón en el «dedo gordo del pie izquierdo» (contrario al «desgarro» que fue en el derecho). Entonces mi querida amiga Mary González (de quien ya he hablado anteriormente) fue quien consiguió que un podólogo (en la calle de Atocha) abriera espacio en sábado, anestesió, desprendió la uña y me curó.
Luego, aplicando el dicho: «comer para olvidar», nos fuimos Mary, su hija Reina y yo y yo a comer un exquisito potaje al Restaurant «La Sanabresa» donde ¡»La calidad de su carta es altísima»!
(es recomendable preguntar por Joaquín: «el mesero bigotón» ¡ése es !)
Pues así fue: dos tremendos pisotones y sólo un:
¡Disculpe, Perdón !
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