Después de un desafortunado accidente de bicicleta
(a un niño de 7 años)
con funestas consecuencias y aflicción en el “barrio”, terminaron mis aspiraciones de pedir a los “Reyes Magos” ese anhelado juguete cambiándolo,
(para la madrugada del siguiente 6 de enero)
por un par de “patines de cuatro ruedas”, los cuales recibí con gran alegría.
(más contentos se pusieron los “Santos Reyes” quienes se ahorraron unos buenos pesos con la mencionada sustitución Ja!!)
Luego de ponérmelos y tratar de usarlos dentro de casa le pedí a mi mamá me llevara a estrenarlos, a lo que me respondió:
-“Por lo pronto quítatelos
y en la tarde te llevo a
que “te des vuelo”
“La Plazuela de San José”…”
(la cual quedaba a 6 calles de la casa)
Así que de su mano caminamos hasta llegar ahí, donde encontramos muchos niños acompañados casi todos de sus padres o un adulto.
“La Plazuela”
llamada también
“Parque de San José”
es un espacio pequeño,
pero para aquella edad,
¡a mí me parecía muy grande!
Un parque legendario en mi ciudad en el que se han divertido varias generaciones desde niños, adolescentes, jóvenes y un lugar para los enamorados que con sus parejas acostumbraban a “pasear” tomadas de la mano.
El nombre de “San José”
se debía a que está situado frente a la “Parroquia de San José Obrero”
(por el costado de la calle 12).
“…de estilo barroco solo consta de una torre. En su construcción hubo un incendio que derrumbó gran parte de su arquitectura…”
En la entrada lateral del Templo se instalaban unas mesas compuestas por largos tablones para, con fines benéficos, jugar a
“La Lotería”.
“…un “juego” ampliamente difundido en México que consta de un mazo de 54 cartas y un número indefinido de tarjetas llamadas «tablas» con 16 de dichas cartas escogidas aleatoriamente. Cada vez que se extraiga una carta del “bonche”, ésta se anuncia
(se “canta” muchas veces de forma graciosa o picaresca)
y los participantes deben marcar esa carta en sus tablas, sólo si la tienen. El ganador será el primero que forme en su tabla la alineación que se haya especificado al inicio del juego con las cartas marcadas y grite en señal de victoria…”
¡Lotería!
…los proyectos de obras infraestructura/remodelación del Parque estaban bajo el patrocinio del
“Club de Leones en Córdoba, San José”
Ellos se habían encargado de invertir en juegos para niños, la jardinería, una plancha de concreto ovalada para patinar. En el centro unas bancas de cemento;
allí muchas veces se sentó mi madre viéndome cómo me deslizaba.
A los costados estaban unos columpios (para niños grandes) que a mí me parecían enormes; altísimas resbaladillas así como “sube y baja”. Había otros “juegos” menos grandes propios para la diversión de los más pequeños. También tenía un “volantín” de metal donde yo casi nunca me subía.
Todos los juegos pintados de un “color rojo apagado” tirando a “ocre”.
En una esquina había unas “barras” y “paralelas” de metal
(chicas y grandes)
¡para jóvenes que mostraban sus músculos y habilidades!
El lugar tiene monumentos como “El de las Madres” y un busto de “Venustiano Carranza”…
Entrando al “Parque” por la “Ave. 9 bis” se ubicaban los “baños públicos”.
Había dos cafeterías:
una con la fachada hacia la “Calle 12” y otra hacia la
“Calle 10”.
Una era “nevería” y la otra
“cafetería y refresquería”
(términos casi en desuso)
Uno de estos locales tenía sillas plegadizas de madera que, en ocasiones, al sentarse “pellizcaban” las piernas.
En la otra las sillas eran de lámina con la marca del refresco sellada en el respaldo. Ésta se llamaba:
“El Rugido”,
(en honor al “bramido explosivo y profundo emitido por los leones)
Haciendo alusión a los benefactores de este “Parque”, como especifiqué en anteriores renglones.
(“Club de Leones”),
al igual que a sus hijos pertenecientes al
(“Club Cachorros”).
Aquí había una “Rocola” o “Rockola”:
“…equipo de reproducción de músicas automatizado que funcionaba con monedas.
El nombre fue inspirado en el “Rock & Roll”.
“…Los primeros equipos solo abarcaban ese género musical pero luego, debido a su popularidad, la marca comenzó a diversificar el tipo de música que contenían…”
Vienen a la mente melodías como:
-“La Cosecha De Mujeres”
(Canción de Mike Laure) o
-“I Want to Hold Your Hand” de “The Beatles”, el
-“Eddy Eddy”
Canción de Angélica María,
-“Las Cerezas”
Canción de “Los Hermanos Carrión”, etc., etc…
Me llamaba la atención el “encargado” de este establecimiento conocido como “El Colorado” con su atuendo al estilo “pachuco”:
“camisa de cuello ancho”, “manga corta y arremangada”, al frente desabotonados 2 o 3 botones. Pantalones bombachos que se estrechaban en los tobillos;
peinado a lo “Tin-Tan” y sus
“zapatos bicolor”.
Canturreaba y daba unos pasos de baile al ritmo de la música que escuchaba en “la fonola”
“El Colorado” era todo un personaje en “El Rugido”.
Los refrescos que se vendían eran:
“Doble Cola”
(“…refresco de cola regio por tradición, el cual le competía localmente a “Pepsi” y”Coca Cola”)
y “O.Key”
(“…recordado por su botella en forma de barrilito. Eran refrescos de sabores que se encontraban en las misceláneas y abarrotes de cualquier esquina. La mayoría de sus embotelladoras
(una de ellas ubicada en mi natal Córdoba, Ver.)
“sucumbieron en los noventas…”
A mí me sigue gustando un refresco de nombre “Chaparritas”
(“…el primer refresco sin gas del país; el secreto detrás del inigualable sabor de este refresco es que está elaborado con ingredientes 100% naturales)
de envase pequeño, mi sabor preferido es el de uva.
Entonces no existían las
“bolsas de papas” de marca; en su lugar se apostaban vendedores con sus cajas de cristal ofreciendo tanto este producto como cacahuates (con y sin chile).
Otros vendían flanes y gelatinas.
Ahí conocí a “los barquilleros” que en un recipiente redondo de metal (normalmente de color azul cielo) incorporaban “una ruleta” para incentivar la venta de los “barquillos”
a través de “un juego”.
Los compradores probaban suerte y depende de lo que les tocara tenían diversos destinos. Debían girar “la ruleta”, en la que había varios números. Si había más de dos jugadores, el que sacaba la cifra más pequeña pagaba todos los barquillos. Si era una sola persona podía conseguir un barquillo en cada tirada a no ser que cayera en el clavo. El clavo significaba que se perdía lo ganado.
¡Era un juego muy divertido y que atraía a mucha gente!
(…los famosos “barquillos” se preparaban con una masa de trigo que se horneaba sin levadura y a la que se añadía azúcar y miel, y se espolvorea con canela.)
Igualmente era una tradición encontrar a “los globeros”
“…con su variedad de globos
de todos los colores formas y tamaños que llevaban consigo a cuestas flotando por encima de sus cabezas, llamando la atención con su peculiar silbatito compuesto de tonadas específicas que parecía un lenguaje que sólo ellos y los niños entendían…”
¡Ahhh y qué decir de los “vendedores de algodones” !
“…cuando pensamos en el “algodón de azúcar” lo primero que se nos viene a la mente es la forma circular o de pirulí
(en aquella época color rosa)
y que le dejaba a los niños los labios y hasta las mejillas manchadas de colorante
En la esquina de la av. 9 y calle 12 se colocaba Don Adán:
(un señor delgado, con sombrero y lentes oscuros con aros redondos)
quién vendía “palomitas de maíz” saladas y dulces en un pequeño “carrito móvil” angosto color rojo quemado, estructura de acero y ventanas de vidrio en los cuatro costados.
En la otra esquina
(Calle 10 subiendo las escaleras)
estaba el Sr. Chacón que vendía dulces.
En los alrededores de
“La Plazuela de San José” vivieron, muchos años, algunas de las familias tradicionales de esta Ciudad.
Recuerdo:
“La Finca Gálvez”,
la casa del Lic. Aguilar,
la de la familia De Santiago, la de los Suárez y Güido,
en una esquina la familia Guidi.
La casa de el “Prieto” Zuñiga,
la de la familia Caram Kuri y
¡otras que se escapan de mi memoria!.
“La Plazuela de San José” ha sido remodela en varias ocasiones, pero tanto mis contemporáneos como yo recordaremos aquella pista (de principios de los sesentas)
en donde tantas veces nos raspamos las rodillas subidos en “patines de cuatro ruedas” que difícilmente se llegaban a ajustar con la llave que había veces no apretaba, provocando que los dichosos patines “volaran” por un lado y los chamacos por otro Ja!
«Lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre»
Jean-Jacques Rousseau