“Expedición al Amazonas” Segunda parte. 

“Expedición al Amazonas” Segunda parte.0

… “para acabarla de amolar” al siguiente día
¡amanecimos mojados!
Los  alemanes contaban (después de esta “novatada”)
que en su País cuando sucede un percance como ése la “agencia de viajes” se ve obligada a “pagar el doble”, de la tarifa estipulada, a los pasajeros involucrados en tal contratiempo…
Desayunamos “arepas” en medio de la selva, empacamos y dado que el motor no podía funcionar porque también se había mojado, fueron los indígenas de «la comunidad» quienes nos trasladaron en dos canoas medianas:
adelante iban la pareja de alemanes y la de venezolanos,
atrás veníamos las dos coordinadoras y yo. En esta etapa de la travesía me preguntaron sobre “el Turismo” (mi «mero mole») prolongándose la plática hasta llegar a nuestro destino
(después de más o menos tres horas).
De repente empezó a llover y una de las pasajeras, para no volver a mojarse, caminó a través de la canoa en medio del piso resbaloso. Al tratar de entrar a una de las “churuatas” (especie de choza con techo de palma muy bajo) no se agachó lo suficiente y sólo se oyó un alarido por lo que su compañera para auxiliarla, corrió tras ella intentando de igual manera meterse a la vivienda escuchándose nuevamente otro fuerte grito.
Como pude me bajé de la canoa tratando de ayudarlas, encontrándome con que las dos se habían golpeado en la nariz contra una media caña de bambú picuda colocada a lo largo de la «churuata» (parte de su arquitectura).
¡Ambas sangraban profusamente por la zona afectada!
Chillidos de dolor y desesperación al imaginarse su rostro golpeado y dañado de esa forma.  El alemán sacó de su botiquín un líquido con el efecto de “una curita o bandita” para tapar y detener la hemorragia.
Me impactó como una de ellas que vestía pantalón blanco lo tenía todo manchado de sangre.  Un cuadro alarmante principalmente por el estado emocional de las heridas.
Una vez algo tranquilizadas nos trasladamos a la  zona donde estaban las hamacas, enseguida de la cocina y el comedor.
Se preparó un té analgésicos para mitigar los fuertes dolores;
entretanto los indígenas consultaban con el  “Consejo de Ancianos” contándoles lo sucedido y pidiéndoles orientación
….confiaban en “la voz de la experiencia”.
Mientras las accidentadas estaban «dentro de las hamacas» (protegidas por mosquiteros/»pabellones») descansando, “Condorito” jugaba con el balón rebotándolo contra el piso.  Una de ellas le pidió que guardara silencio, no soportaban el ruido que producía la pelota, se respiraba un ambiente tenso.
Regresaron con el “veredicto” de «la reunión»
(el alemán, como no sabía español, se quedó «al cuidado» de las lesionadas)
Lo escuchamos uno de los organizadores y yo.
Había un traductor del «pemón» al «castellano»,
Nos ofrecieron unos puros muy largos para «estar a la altura»:
(guardé uno como «recuerdo»)
concluyeron que había que cortar esos filosos bambúes,
rebajar «las barbas» de palma de los techos y
todos permanecer en reposo (el resto del día) como muestra de respeto a la “Madre Naturaleza”.
Después de lo sucedido reflexioné sobre el respeto y credibilidad que estas «culturas ancestrales» le dan a los adultos mayores (viejos) en contraste con las «culturas actuales y pseudo civilizadas» que a menudo menosprecian  o ignoran la experiencia de los ancianos por considerarlos obsoletos.

“Quien a decano quiere llegar, a los decanos ha de honrar”.

Claro que el estar sosegados ¡no impidió que comiéramos!;
el asistente/cocinero se había metido al río capturando y preparando unos pescados ¡deliciosos!, acompañados de  “papas a la francesa». Para aderezarlas pasaban una botella de “catsup” que los alemanes rechazaban añadiendo sólo dos palabras:
”no gringos”
significaba que ellos no comían ese «tipo de salsa».
Cayó la tarde y con ella «los mosquitos» comenzaron a “hacer de la suyas” con la piel que encontraban a su paso.
Como lo indicó «el consejo de ancianos» no habría música ni ninguna actividad diferente
(las descalabradas seguían muy adoloridas y se quejaban constantemente)
todas las hamacas estaban acomodadas «en batería» bajo esa “palapa”  por los cuatro costados abierta.
….corrijo si teníamos música:
los sonidos de la naturaleza,
el agua corriendo por el río y,
entrada la noche se encendía un brillante foco ( la luna).
Una de las veces que tuve necesidad de levantarme quedé maravillado al ver reflejado, frente a nosotros, un magnífico «Tepuy”
¡cuya peculiaridad era tener una perforación en medio de la montaña; según cuentan un osado piloto lo atravesó con su avioneta….!
¿Verdad o fantasía?
¡lo increíble fue estar ahí e imaginarlo! 

«La mente no es otra cosa que montañas y ríos y la amplia tierra, el sol, la luna y las estrellas.»
Dogen, maestro zen

¡Hoy en día lo rememoro como si lo acabara de vivir!.
Estábamos en un «brazo» (no tan pequeño) del “Gran Orinoco” que se caracterizaba por su agua cobrizada debido a la cantidad de metal que contiene el «Río».
¡el amanecer fue todo un espectáculo en el corazón de «la Selva Amazónica»!.
Con los acontecimientos venezolanos civiles y gubernamentales el «Plan del Estudio» no se pudo llevar a cabo como estaba planeado pero guardo, como un tesoro, aquella inolvidable experiencia.
Al día siguiente dialogué con esa «comunidad»
(ya había visitado dos más, a mi llegada, la primera mañana).
Las conclusiones que reporté en el “Estudio de Impacto del Turismo en la Selva del Amazonas” fueron, como comenté, penosas y tristes
(sobre este «Estudio» queda constancia impresa que me reservo divulgar para no caer en una falta de profesionalismo).
Antes el Gobierno había ido a las «Comunidades Indígenas» en la selva y les habían construido pequeñas cabañas de mampostería. A ellos no les gustaron y las utilizaban como bodegas o las abandonaban, se iban atrás de estas construcciones y se instalaban en sus “churuatas” de materiales locales y más frescos.
¡Todo un fracaso ese proyecto de “modernización”;
se obtuvo información y se reportó lo más importante!
….continuando con el «ataque de los zancudos»
(“chaquistes” como se les nombra en algunas regiones de México)
la mayoría traíamos las piernas llenas de puntos negros (los insectos incrustados). El alemán y el joven venezolano fueron quienes más lo padecieron; aún con «la discreción alemana» él se rascaba las piernas tallándose con los troncos de la “churuata” quedándole con ello «la carne viva».
El joven venezolano le pidió a su novia que, con las espinas de una planta específica, le fuera sacando los puntos negros de  las piernas y pies manteniéndolas a la orilla del Río para refrescarse, mientras que el alemán optaba por sumergirse de la cintura para abajo.
¡Nunca había visto algo igual!.
Regresamos  a las «Capital Amazónica» en la embarcación original; el motor iba lento al principio pero fue tomando ritmo y «nudos» al paso de las horas.
Días después de nuestro arribo me enteré que una de las accidentadas tuvo tres fracturas de nariz.
Aunque había escuchado muchas historias sobre el “Orinoco” nunca pensé ser protagonista de una de ellas y además poder narrarla catorce años después.
Así mismo conservo como recuerdo de toda esta expedición objetos elaborados por los «Pemones»,
¡una de las culturas indígenas más populares de aquel maravilloso País que emancipó el General Bolívar, viviendo esas “Comunidades” un mundo ajeno al que impera en Caracas y el resto de Venezuela.

“Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía” 

Simón Bolívar.

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*Nota: Algunas imagenes fueron recolectadas de internet, el objetivo es representar con dichas imagenes lo escrito, ya que no siempre me es posible utilizar imagenes propias debido a su antigüedad o calidad de las mimas.

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